Cuando danzo soy libre, verdaderamente libre de ser y ser, de hacer y hacer, de querer y querer. Puedo convivir armonicamente y sin dolor o culpa con la dicotomia de la dualidad. Convergo y divergo, y sigo siendo yo, en ese mismo instante. Sigo siendo, sigo existiendo eternamente en el movimiento que por ser efimero, es eter; porque volvera a existir otro igual, y este movimiento vivira como fue, aunque fuere un instante, eternamente, en mi memoria. Lloro. Siento que hay tanta belleza en la musica e intento tomarla, acariciarle, darme forma con mi cuerpo, y en mi mortal y humilde intento de hacerlo, me siento una diosa haciendolo...